lunes, 1 de abril de 2013

A pié

Viendo las imágenes del Papa, dejándose conducir hacia su último rincon,se han producido en mi interior un concierto de pensamientos que me han situado ante las evidencias de ese sometimiento. El mas  reconfortante es el que me dice que se trata de un hombre bueno sin fuerza en los brazos y con el corazón cansado, que ansía hablar mas con Dios y luchar menos con fantasmas. Por otro lado no puedo dejar de pensar que se trata de una segunda corona de espinas que le han clavado en su cabeza porque no han llegado hasta donde coronaron la primera. Esperemos que su dolor sea muro de contención suficiente que impida la entrada de mas humo diabólico en las entrañas de la Iglesia, la Iglesia auténtica, la Iglesia Santa. En cualquier caso es lo que me dicta mi fé del carbonero.

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