miércoles, 10 de noviembre de 2010

El tesoro de la humildad

El pastorcico que cuida mi rebaño,
hay que ver que buen zagal,
cuenta escasos doce años
y su alegría es un vendaval.

El campo es testigo de su bondad
conoce mis corderos por el nombre,
que él mismo,uno a uno,quiso dar,
y de pronto caigo en la cuenta,
!ya es un hombre este zagal!

No ha tenido escuela ni padre,
pero sí un espíritu cabal,
tú te mereces chaval,
lo que no te puede dar tu madre,
esa gran mujer llena de coraje.

A partir de hoy vas a tener,escuela,amigos,
y alegría no te ha de faltar,
como a un hijo te voy a querer,
te lo juro ante el altar.

Tu alegría de sencillo pastorcico,
ha herido de luz mi corazón,
y yo te pido,humilde,compartas conmigo,
ese caudal de vida sana,
que brota de tu recta y humilde condición.

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