jueves, 25 de agosto de 2011

Mi Maestro. 2.

Tenía una disciplina de hierro. Su locura, la enseñanza.Los años me han puesto al descubierto sus grandes pasiones, que nunca dejó que invadieran el campo profesional de su vocación docente. Fué un gran hombre,
que se consumió en un fuego interior en el que quemó día a día todas sus vivencias y pasiones personales. Se batió el cobre diariamente con cuarenta chavales, que frecuentemente mostrábamos el lado cruel de la infancia, primero, y la adolescencia seguidito. Cada año se despedía una quinta con el fín de curso, y entraba una nueva, al principio del nuevo curso. Hombre de un hermetismo impenetrable que sufría por cada uno de sus alumnos. Pobre mil veces mi maestro. ! Cuanto le hicimos sufrir ! Yo creo que nadie le abrimos nuestro corazón, para darle el calor de nuestra amistad. Me está doliendo y me entristece cuanto digo. Creo que solo puede comprender mis sentimientos si queda algún exalumno, sin nubes en su corazón, que sea capaz de ver entre collejas, que fue un hombre pequeño y enjuto de cuerpo que nos entregó a cada uno de nosotros, su vida, sus fuerzas, sus ilusiones y acaso si recibió unas migajas de afecto y cordialidad por nuestra parte. Yo no recuerdo haberle visto nunca con una risa abierta en su rostro. Estuve nueve años a su cargo y ahora cambiaría el rumbo de los tiempos, sentarme frente a él, mirarle a los ojos darle un beso y decirle muy quedo,  G R A C I A S.

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