sábado, 2 de noviembre de 2013

Alambradas con cuchillos

Creo que no importa el lugar. De ese lugar ha dado un noticiario la situación siguiente. Se ha levantado una enorme verja para impedir que unas gentes famélicas entren en el lugar protegido. La verja culmina con una espesa alambrada de espinos pertrechada de una hojas de afiladísimo corte que produce girones en las carnes de estas gentes. A pesar de todo saltan y aceptan las profundas heridas. No pueden hacer otra cosa, tienen hambre y tienen el dolor del hambre de sus hijos. A un lado de la verja vive gente ni buena ni mala.  Solo ajena al sufrimiento de la gente del otro lado. Seguro que algún problema entraña el trasiego de unos pueblos hambrientos invadiendo a otros dominados por la indiferencia y la insolidaridad de unos estómagos satisfechos. Soluciones debe haberlas. El mundo es de todos. El hambre es muy mala consejera, retuerce las tripas y el corazón y pueden convertirse, a la vista de las cuchillas, en fieras que es como las tratamos. Apuremos los recursos que nos proporciona la Tierra, para que nadie pase hambre. Y a la gente que salta esas verjas mortales, si les enseñamos, trabajarán las tierras y regará los campos.  Hoy provocará alguna sonrisita la proposición. Demos tiempo al tiempo y no demasiado y veremos cambios que nos producirán asombro. Las utopías solo caben en estómagos satisfechos. Clama al Cielo un grito que pide se mire menos las cuentas de resultados y se preste atención a la desesperación de las gentes que ahuyentamos a cuchilladas.



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