Creo que no importa el lugar. De ese lugar ha dado un
noticiario la situación siguiente. Se ha levantado una enorme verja para
impedir que unas gentes famélicas entren en el lugar protegido. La verja
culmina con una espesa alambrada de espinos pertrechada de una hojas de
afiladísimo corte que produce girones en las carnes de estas gentes. A pesar de
todo saltan y aceptan las profundas heridas. No pueden hacer otra cosa, tienen
hambre y tienen el dolor del hambre de sus hijos. A un lado de la verja vive gente
ni buena ni mala. Solo ajena al sufrimiento de la gente del otro lado.
Seguro que algún problema entraña el trasiego de unos pueblos hambrientos
invadiendo a otros dominados por la indiferencia y la insolidaridad de unos
estómagos satisfechos. Soluciones debe haberlas. El mundo es de todos. El
hambre es muy mala consejera, retuerce las tripas y el corazón y pueden
convertirse, a la vista de las cuchillas, en fieras que es como las tratamos.
Apuremos los recursos que nos proporciona la Tierra, para que nadie pase
hambre. Y a la gente que salta esas verjas mortales, si les enseñamos,
trabajarán las tierras y regará los campos. Hoy provocará alguna
sonrisita la proposición. Demos tiempo al tiempo y no demasiado y veremos
cambios que nos producirán asombro. Las utopías solo caben en estómagos
satisfechos. Clama al Cielo un grito que pide se mire menos las cuentas de
resultados y se preste atención a la desesperación de las gentes que
ahuyentamos a cuchilladas.
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