Desperté pensando que marchaste huyendo,
que te entregaste al proceloso mar de las tinieblas,
tu postrer grito llegó a las estrellas
que los dioses del mundo estaban cerniendo.
Dijiste que ibas en busca del Sol
y que te acompañaba una estrella,
por el camino recogiste una flor
y se la ofreciste a tu niña bella.
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