viernes, 20 de septiembre de 2013

El caballo de cartón.

De mi niñez, mis recuerdos,
que me aspen al molino,
si poco o mucho no me olvido,
de tantos momentos buenos.
Pues buena parte de mi vida,
la llenó un humilde caballito,
un bravo caballito de cartón,
con su silla de montar pintada
y un fiero aspecto peleón.
Montado en tan poderoso animal,
empuñadas unas bridas negras,
acometiamos batallas sin igual,
con palabras de nueva jerga,
que nos daban valor contra el mal.
El buen caballito de carton
con sus heridas de mil batallas,
y que la edad no conoce el perdón,
fué perdiendo las agallas
y su espíritu peleón.
Se ganó, por eso, la medalla,
de una vejez tranquila,
y que yo hoy le haga esta mención.                 

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